¿Cuál es la maldición de la serie "Las Maldiciones"? Por qué se llama así
El thriller político argentino de Netflix deja ver que la verdadera "maldición" no es sobrenatural, sino familiar.
La serie argentina Las maldiciones, basada en la novela homónima de Claudia Piñeiro y dirigida por Daniel Burman, ha despertado una pregunta recurrente entre los espectadores: ¿a qué hace referencia el título? ¿Cuál es, en realidad, la "maldición" que atraviesa la trama?
La frase que lo explica todo
En uno de los diálogos clave, un personaje hace referencia a que "la maldición de los padres son sus propios hijos". Esta sentencia no es casual: sintetiza el corazón de la historia y da sentido al nombre de la serie.
Zoe y el peso de dos padres
La primera lectura aparece con Zoe Rovira (Francesca Varela). La niña carga con el peso de tener dos figuras paternas:
Fernando Rovira (Leonardo Sbaraglia), el gobernador que la crio y que siempre la usó como pieza en su juego político.
Román Sabaté (Gustavo Bassani), su verdadero padre biológico, cuya existencia fue ocultada durante años.
La tensión entre esos dos padres revela cómo los hijos pueden convertirse en una maldición para quienes los ven como una extensión de su poder.
Irene y Fernando: la traición más grande
Sin embargo, la maldición se vuelve aún más clara en la relación entre Irene (Alejandra Flechner) y su hijo Fernando.
Irene representa la ambición sin límites, capaz incluso de ordenar el asesinato de Lucrecia para proteger la carrera política de su hijo.
Pero al final, es el propio Fernando quien la traiciona: promulga la ley del agua que ella no quería, expone las corrupciones familiares y decide lanzarse a la presidencia sin su acompañamiento.
En ese acto final, la madre descubre que la verdadera "maldición" no viene de fuera, sino de su propio hijo, que rompe el pacto de lealtad que ella había construido durante décadas.
Una maldición política y familiar
Así, Las maldiciones no remite a hechizos ni a lo sobrenatural, sino a un ciclo de poder, ambición y traiciones dentro de la familia Rovira. Los hijos -Zoe para Fernando, y Fernando para Irene- son el espejo que refleja los secretos más oscuros y las caídas más dolorosas.
En otras palabras, la serie se llama así porque muestra que, en política y en familia, la verdadera condena no siempre llega desde afuera: muchas veces la traición nace en la propia sangre.