¿De quién es el ADN de la bata de Nora Dalmasso?: toda la verdad
A casi 19 años del crimen que estremeció a Córdoba, la identificación de un perfil genético abrió un nuevo capítulo en la causa.
Un nombre sacude el caso Nora Dalmasso: Roberto Bárzola, un hombre que habría trabajado en su casa días antes del crimen, fue identificado como portador del ADN encontrado en la bata con la que fue estrangulada la víctima.
El dato fue revelado por el periodista Rolando Barbano en Radio Mitre. Según detalló, la coincidencia genética fue detectada en el pubis y en el cinturón de la prenda que tenía puesta Nora al momento del asesinato. Se trata de una prueba que estuvo archivada durante años y que recién se cotejó ahora, casi dos décadas después.
Bárzola tenía 27 años al momento del hecho y trabajaba como pulidor de pisos en Villa Golf, el country de Río Cuarto donde vivía la familia Dalmasso. De perfil bajo, su nombre nunca había sido mencionado públicamente hasta ahora.
En los últimos días fue formalmente imputado por violación y homicidio, aunque la causa podría prescribir debido al paso del tiempo. Pese a esto, el fiscal a cargo de la investigación ya cumplió con los pasos procesales y lo llamó a declarar con defensa legal.
Mientras tanto, la familia de Nora Dalmasso insiste en que la causa no puede cerrarse sin verdad ni justicia. Voceros del entorno ya anticiparon que evalúan acudir a tribunales internacionales si en Argentina se dicta la prescripción.
La aparición de este nuevo nombre reconfigura por completo la investigación, que hasta 2022 tuvo como principal acusado a Marcelo Macarrón, el viudo, luego absuelto por la Justicia.
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La gran incógnita ahora gira en torno a una pregunta clave: ¿qué relación tenía Bárzola con Nora más allá de su rol laboral? ¿Se trató de un femicidio vinculado al ámbito doméstico o de un ataque sexual con móvil distinto?
La hipótesis más dramática que circula entre los investigadores sostiene que Bárzola pudo haber actuado solo, aprovechando su acceso a la vivienda y la confianza de la familia. Sin embargo, no se descarta que haya tenido ayuda o encubrimiento posterior.
Por lo pronto, el ADN hallado en la escena del crimen ya tiene un nombre y un rostro. Pero el caso, lejos de cerrarse, parece recién comenzar una nueva etapa judicial cargada de tensión, dolor y expectativa.