El Juego del Calamar 3, la historia real: así fue el caso de 1986 / 1987
Con el furor de la serie de Netflix, resurge un caso real que expuso los extremos de la desesperación. En Corea del Sur, la codicia también fue mortal.
La historia de El Juego del Calamar no es tan ficticia como muchos creen. Aunque los colores chillones y los juegos infantiles disfrazan su crudeza, el trasfondo de la serie tiene ecos reales en la historia de Corea del Sur.
En 1986, un hecho estremecedor sacudió al país asiático. Un hombre llamado Kim Ki-hwan organizó una competencia clandestina donde personas en estado de vulnerabilidad se arriesgaban por un supuesto premio en efectivo. Aquel episodio mezcló manipulación, ambición y muerte.
Los "jugadores" no eran personajes de ficción, sino personas reales: marginados, endeudados, sin opciones. Eran empujados a superar pruebas físicas y mentales en un entorno donde el fracaso podía costarles la vida. Y muchos, efectivamente, murieron.
El Juego del Calamar en la vida real
Aunque el creador de la serie, Hwang Dohyuk, nunca confirmó una inspiración directa, las similitudes con El Juego del Calamar son imposibles de ignorar. El caso real también giraba en torno a la desesperación, la pobreza y el uso de la vida humana como moneda de cambio.
Lo más perturbador es que la recompensa prometida jamás llegó. Las autoridades descubrieron el juego cuando los cuerpos comenzaron a aparecer. La investigación reveló que Kim Ki-hwan explotaba la desesperanza de los demás para su propio beneficio.
Este caso quedó grabado en la memoria colectiva de Corea del Sur como una advertencia sobre los límites de la ambición. Y en tiempos donde la desigualdad sigue presente, El Juego del Calamar sirve como reflejo moderno de esa misma oscuridad.
Con la reciente llegada de la temporada 2 de la serie a Netflix, la historia de 1986 vuelve a circular entre los fanáticos. Muchos se preguntan si aquel hecho macabro fue realmente el punto de partida para uno de los mayores fenómenos televisivos de la década.
A veces, la realidad supera a la ficción. Y en este caso, la coincidencia es demasiado precisa como para ignorarla.