Francia

El Louvre ya sufrió un robo antes: el inicio del gran mito de la Mona Lisa

El robo reciente revive la leyenda de la Mona Lisa, recordándonos cómo un pequeño retrato logró convertirse en un ícono mundial gracias a su misteriosa desaparición.

Periodista, Licenciada en Comunicación Social, redactora y creadora de contenido en redes sociales

El museo más famoso del mundo volvió a sacudir las alarmas. En pleno horario de visita y ante miles de turistas circulando por sus pasillos, un grupo de ladrones irrumpió en la Galería de Apolo del Louvre y robó joyas históricas de la corona francesa en menos de siete minutos. Entraron con herramientas eléctricas, rompieron vitrinas de vidrio blindado y escaparon en motos antes de que siquiera pudiera activarse un cerco policial. La escena fue quirúrgica, humillante y reveladora: los expertos ya admiten que si no aparecen rápido, esas piezas desaparecerán para siempre.

Pero esta no es la primera vez que el Louvre queda en el centro de un robo que conmociona al planeta. Hubo una ocasión en la que ya perdió su mayor tesoro. Una historia que suena imposible hoy, pero que hace más de un siglo dio inicio al mito más grande del arte.

¿Cómo desapareció la obra más vigilada del mundo?

En agosto de 1911, un hombre sin trayectoria criminal ni plan maestro entró al Louvre un lunes (día en que el museo estaba cerrado) y se llevó la Mona Lisa bajo el brazo. Nadie lo vio. Nadie lo detuvo. No hubo sospechas, ni sensores ni protocolos de emergencia. Recién al día siguiente se dieron cuenta de que la obra no estaba. La sala se cerró, la policía tomó control y el Louvre permaneció en silencio durante una semana que parecía eterna.

Lo fascinante es que, en ese momento, la Mona Lisa no era "la pintura más famosa del mundo". Era importante, sí, pero no era un ícono cultural. Lo fue después del robo. La gente empezó a peregrinar al museo solo para mirar el marco vacío. Hubo portadas en diarios internacionales, teorías delirantes, sospechas sobre Picasso, rumores sobre Napoleón y hasta historias inventadas para llenar el silencio. Sin darse cuenta, el ladrón acababa de convertirla en leyenda.

¿Quién fue el ladrón y por qué lo hizo?

La policía atrapó al responsable recién dos años después. Se llamaba Vincenzo Peruggia, un inmigrante italiano que había trabajado en el museo y conocía los pasillos de memoria. Guardó la pintura en su pequeño departamento parisino, envuelta en una sábana, como si no supiera qué hacer con ella. Alegó que quería devolverla a Italia porque Napoleón supuestamente la había robado. No era cierto. También se encontró una lista de coleccionistas privados a los que planeaba ofrecérsela.

Su confesión nunca dejó una verdad firme. Su condena fue mínima. Y la Mona Lisa regresó al Louvre en 1913, recibida como una celebridad global. Ahí nació definitivamente el fenómeno.

Hoy el museo está viviendo otro golpe, pero diferente. Las bandas ya no tocan pinturas imposibles de vender. Van por lo que puede convertirse en dinero líquido: coronas que se desarman, diamantes que se cortan, piezas que desaparecen antes de que el sistema reaccione.

Más de cien años pasaron. Cambió la tecnología, cambió el estilo de los robos. Pero una frase sigue igual: el Louvre volvió a ser noticia porque algo irrecuperable se esfumó mientras todos miraban.

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