Ramón Hernández, el hombre más leal a Menem: qué fue de su vida después del poder
Ramón Hernández, el discreto secretario de Menem, fue una figura clave y reservada en la política argentina.
Ramón Hernández fue uno de los personajes más enigmáticos y poderosos del entorno de Carlos Menem durante sus dos presidencias (1989-1999). Conocido como "Ramoncito" por el expresidente, fue su secretario privado, su confidente más cercano y quien, desde las sombras, organizaba la agenda presidencial, decidía quién accedía a hablar con el mandatario y hasta influía en detalles personales como la vestimenta. Su rol era tan clave como discreto, al punto de que muchos lo consideran el verdadero filtro del poder menemista.
Hernández no era funcionario electo ni figura pública, pero su poder era indiscutido. Manejaba las llaves del despacho presidencial y se decía que ninguna decisión pasaba sin que él la conociera. Incluso el expresidente lo reconocía públicamente como su persona de máxima confianza. Durante años, evitó entrevistas, declaraciones públicas y cualquier tipo de exposición mediática. En palabras de un periodista de la época: "Ramoncito era el hombre que más sabía y menos hablaba en toda la Casa Rosada".
Del poder absoluto al bajo perfil
Con la salida de Menem de la presidencia en 1999, Hernández se mantuvo activo en la política, aunque siempre desde el anonimato. Fue designado como asesor en el Senado de la Nación, cargo que mantiene hasta la actualidad. Se desempeña en la categoría A1, la más alta del escalafón, con un salario superior al promedio legislativo. Ese nombramiento fue impulsado directamente por el expresidente Menem, quien lo sostuvo como asesor incluso durante su propio mandato como senador por La Rioja.
A lo largo de los años, su nombre apareció en diversas investigaciones judiciales vinculadas a presunto enriquecimiento ilícito. Una de las más resonantes incluyó su vinculación con la fundación suiza Red Spark Foundation, una cuenta en Suiza que habría recibido más de seis millones de dólares durante los años 90. Si bien no fue condenado por la Justicia, su figura quedó asociada a las tramas financieras que rodearon a la década menemista. En esos documentos también aparecía la firma de Carlos Menem Jr., fallecido en 1995.
Reaparición en la Casa Rosada
Después de años de mantenerse alejado del ojo público, Ramón Hernández reapareció en mayo de 2024, en un acto en la Casa Rosada presidido por el presidente Javier Milei, donde se descubrió un busto en homenaje a Carlos Menem. Su presencia, discreta pero notoria, fue leída por muchos como un gesto simbólico: la reivindicación de ciertos aspectos del menemismo por parte del nuevo oficialismo. No dio declaraciones ni participó activamente del acto, pero estuvo allí, de traje, en silencio, como siempre.
Para muchos, Hernández encarna la figura del operador silencioso, el hombre que sabe todo pero nunca lo cuenta. A pesar de su edad y del paso del tiempo, su presencia en ese homenaje dejó en claro que su lugar en la historia política argentina, especialmente en la década del '90, sigue siendo tan vigente como misterioso.
El hombre de los secretos
A 25 años del final del segundo mandato de Menem, Ramón Hernández sigue siendo un símbolo del poder en las sombras. Nunca escribió un libro, no dio entrevistas ni expuso su versión de los hechos. Manejó miles de documentos, reuniones clave y secretos de Estado. Para algunos, aún hoy, sigue siendo "el hombre que más sabía de Menem". Su silencio, incluso después de la muerte del expresidente en 2021, refuerza esa idea.
Actualmente, continúa en funciones como asesor del Senado, sin exposición mediática ni actividad pública. Su figura, sin embargo, se vuelve a mencionar cada vez que la historia vuelve a mirar los años 90, el poder del menemismo y los engranajes ocultos de la política nacional.
Personaje clave en la serie Menem
En la serie Menem, el personaje de Silvio Ayala, interpretado por Marco Antonio Caponi, está inspirado en Ramón "Ramoncito" Hernández. Aunque la serie no lo nombra explícitamente, las similitudes entre ambos son evidentes: ambos eran figuras discretas pero clave en el círculo íntimo de Menem, manejando información privilegiada y controlando la agenda presidencial.