¿Cómo funciona la Estación Espacial Internacional?
Una de las mayores obras de la humanidad tiene un particular sistema para su funcionamiento.
En la vorágine del día a día, se normalizan los avances tecnológicos que forman parte del ecosistema de la humanidad. Uno de ellos es la Estación Espacial Internacional (EEI), una de las epopeyas más impresionantes de la historia.
El origen de la Estación Espacial
La Estación Espacial Internacional no se construyó de un día para otro: es el resultado de una gesta que comenzó en plena Guerra Fría y terminó convirtiéndose en uno de los símbolos más visibles de la cooperación internacional. Cuando en 1998 se colocó el primer módulo en órbita, nadie imaginaba que más de dos décadas después se convertiría en el hogar temporal de cientos de astronautas y en el mayor laboratorio fuera de la Tierra. Desde entonces, flota a 400 kilómetros de altura y da 16 vueltas al planeta cada día.
El proyecto nació con un trasfondo político. Estados Unidos y Rusia, que durante décadas se disputaron la supremacía espacial, encontraron en la EEI un terreno común tras la caída de la Unión Soviética. Europa, Japón y Canadá se sumaron al desafío, aportando tecnología y financiamiento. Así se ensambló, pieza por pieza, una estructura del tamaño de un estadio de fútbol que viaja en silencio sobre nuestras cabezas.
Cómo funciona la Estación Espacial Internacional
La verdadera hazaña está en el funcionamiento de la Estación Espacial Internacional. La estación no tiene nada de natural: cada bocanada de aire, cada gota de agua y cada grado de temperatura son producto de un sistema diseñado para sostener la vida. La electricidad proviene de enormes paneles solares que se despliegan como alas y capturan energía en cada amanecer orbital. Esa energía alimenta los laboratorios, regula la presión atmosférica y mantiene en funcionamiento a la estación entera.
El agua, recurso vital en un entorno tan hostil, se recicla hasta el extremo. La orina y el sudor de los astronautas se convierten en líquido potable gracias a sistemas de purificación avanzados. El aire también se regenera constantemente: el dióxido de carbono que exhalan los tripulantes se elimina y se repone oxígeno, replicando las condiciones de la Tierra. En la Estación Espacial Internacional no se desperdicia nada, porque nada sobra.
Tampoco su órbita está garantizada. A pesar de estar en el espacio, la estación sufre una leve fricción con la atmósfera terrestre que la hace descender lentamente. Para compensar esa pérdida de altura, recibe periódicamente un impulso -el famoso reboost- de naves de carga que la empujan de nuevo a su trayectoria. Sin esas maniobras, el "coloso" espacial acabaría cayendo a la Tierra en cuestión de meses.
Más de 250 astronautas de diferentes países pasaron por sus pasillos en estos 25 años. La Estación Espacial Internacional es un símbolo de hasta dónde puede llegar la humanidad cuando el ingenio tecnológico y la cooperación política se combinan para sostener un pedazo de Tierra en medio del vacío.