Escarapelas en el 25 de mayo de 1810: la verdadera historia detrás del símbolo patrio
Siempre se dijo una historia sobre las escarapelas de French y Beruti durante la jornada del 25 de mayo de 1810. Sin embargo, puede ser que el mito sea totalmente diferente.
Este domingo, mientras muchos argentinos luzcan con orgullo la escarapela en sus pechos, pocos sabrán que su origen real es muy distinto al que nos contaron en la escuela. Porque, aunque la historia oficial repite que French y Beruti repartieron cintas celestes y blancas el 25 de mayo de 1810, la realidad es que aquellos fervorosos revolucionarios no entregaron escarapelas... ni tampoco eligieron esos colores.
En esos días de agitación política, lo que French y Beruti realmente distribuían eran cintas blancas, una manera de identificar a quienes apoyaban el cambio de rumbo: criollos que deseaban cortar los lazos con la Corona española. Eran símbolos discretos, pero cargados de intención política. Mientras tanto, los fieles a Fernando VII -entonces prisionero de Napoleón- preferían usar cintas rojas. La calle se llenaba de colores enfrentados, pero también se tejía una estrategia de camuflaje: mostrar una falsa armonía para evitar la represión de los defensores del orden colonial.
¿Entonces, cuándo nació la escarapela celeste y blanca?
No fue hasta dos años después, en 1812, cuando la escarapela tal como la conocemos comenzó a tomar forma. Manuel Belgrano, visionario y ferviente defensor de la causa independentista, pidió al gobierno que se estableciera un símbolo común para las tropas patriotas. Así fue como el celeste y blanco se convirtió en el emblema oficial de la unidad nacional. Esos mismos colores, meses más tarde, darían origen a la bandera argentina.
Hasta entonces, no había escarapela celeste y blanca en las solapas de los revolucionarios. Pero la necesidad de crear una identidad visual fuerte, que diferenciara al bando patriota del realista, fue determinante. La escarapela se volvió algo más que un adorno: era un grito de libertad silencioso, visible desde lejos.
¿Por qué seguimos creyendo en el mito?
Como ocurre con muchos relatos históricos, lo simbólico terminó ganándole a los hechos. Las versiones populares -reforzadas por historiadores como Bartolomé Mitre- inmortalizaron la imagen de French y Beruti repartiendo escarapelas como si fueran banderas en miniatura. Tal vez porque esa escena es más épica, más cinematográfica, más fácil de enseñar a niños. Aunque no haya documentos que lo prueben, el mito se volvió tradición.
Hoy, más de dos siglos después, la escarapela conserva ese poder. Aun cuando su origen sea distinto, el significado permanece: es una señal de orgullo, de pertenencia, de memoria colectiva. Es el detalle que nos conecta con aquel momento en que un grupo de hombres y mujeres se atrevieron a imaginar un país libre.
Este 25 de Mayo, al prenderte la escarapela, pensá que estás sosteniendo mucho más que un retazo de tela: llevás con vos una historia vibrante, llena de contradicciones, valentía y sueños. Y aunque no la hayan repartido French y Beruti, cada puntada representa una revolución que todavía nos define.