La verdad sobre el jugador 333 en "El Juego del Calamar 3": ¿muere?
En la tercera temporada de la serie coreana de Netflix, uno de los personajes más complejos se convirtió en el villano definitivo. Y su rol dejó a todos helados.
Aunque muchos pensaban que Lee Myung-gi podía redimirse, lo que hizo en el final de El Juego del Calamar 3 dejó en claro que no había vuelta atrás. Conocido como Jugador 333, el personaje interpretado por Yim Si-wan terminó siendo el último gran obstáculo de Gi-hun en su lucha por sobrevivir.
Durante gran parte de la temporada, Myung-gi parecía haber cambiado. Incluso colaboró con Gi-hun en el episodio 5 para proteger al bebé de Jun-hee, revelando que él era el padre biológico del niño. Ese gesto de humanidad parecía marcar una redención.
¿Muere el jugador 333 en El Juego del Calamar 3?
Pero todo fue una fachada. En el final de temporada, Myung-gi no solo traicionó a Gi-hun, sino que demostró estar dispuesto a matar a su propio hijo para quedarse con todo el dinero. Su decisión marcó un giro brutal en la narrativa.
El plan era claro: eliminar a Gi-hun antes de la última ronda para que el bebé quedara como único rival. Luego, simplemente lo mataría y se convertiría en el único ganador. No había dudas: la codicia pudo más que cualquier lazo afectivo.
En episodios anteriores, el mismo personaje ya había demostrado su verdadero rostro. Durante el desafío del escondite, mató sin piedad a otros jugadores, entre ellos a Cho Hyun-ju, quien solo intentaba proteger a Jun-hee y al bebé.
Hyun-ju había sido una de las figuras más queridas desde la segunda temporada. Su asesinato, por la espalda, selló la imagen de Myung-gi como el peor reflejo del ser humano en el juego. No hubo redención posible.
Incluso el temido líder, que había sido el antagonista en las temporadas anteriores, encontró cierto grado de redención al salvar al bebé. En cambio, Myung-gi representó la cara más salvaje del sistema que critica la serie.
Así, El Juego del Calamar cerró su historia con un enfrentamiento final donde Gi-hun fue el símbolo de lo que todavía vale la pena salvar... y Myung-gi, el recordatorio de lo que estamos dispuestos a perder por ambición.