Los secretos de Mohamed Alí Seineldín y el levantamiento carapintada: lo muestran en la serie "Menem"
La serie Menem retrata uno de los capítulos más crudos de la historia reciente: el levantamiento carapintada del 3 de diciembre de 1990, liderado por seguidores del coronel Mohamed Alí Seineldín.
La serie Menem reconstruye estos hechos con dramatismo y crudeza, mostrando la tensión dentro del poder, los dilemas de Menem y el caos que se vivió en el corazón del gobierno. Entre ráfagas y muertos, se escribía el capítulo final de los carapintadas.
En la madrugada del 3 de diciembre de 1990, el presidente Carlos Menem fue despertado en Olivos con una advertencia urgente: "Es ahora, Carlos, empezaron". La noticia confirmaba lo que desde hacía semanas ya sospechaban: un grupo de militares leales a Seineldín había iniciado una rebelión armada.
El objetivo era claro y ambicioso. Los carapintadas tomaron el Edificio Libertador, a metros de la Casa Rosada, y el Regimiento de Infantería 1 de Patricios, en Palermo. También coparon instalaciones en El Palomar, Boulogne y Entre Ríos. El epicentro del poder militar se encontraba sitiado.
Seineldín, que se hallaba detenido en San Martín de los Andes, intentó escapar para liderar el alzamiento, pero no logró abordar el avión que lo llevaría a Buenos Aires. Aún así, se proclamó responsable del operativo, bautizado como Operación Virgen de Luján.
Mohamed Ali Seineldín, protagonista en la serie "Menem"
El operativo fue fulminante. En apenas 20 horas, el país fue testigo de uno de los días más violentos desde el retorno de la democracia. El saldo: 14 muertos, entre ellos cinco civiles atropellados por un tanque en Panamericana, y dos oficiales fusilados por negarse a plegarse al alzamiento.
Menem no dudó. Ordenó la represión y lanzó una frase que hoy es histórica: "O se rinden o los bombardeamos". A diferencia de lo ocurrido en las rebeliones de la era Alfonsín, esta vez no hubo negociación. Era el fin político de los carapintadas.
Uno de los factores que precipitó la reacción fue el contexto internacional. George H. Bush, presidente de Estados Unidos, tenía previsto arribar al país apenas dos días después. El gobierno no podía permitir que una sublevación empañara la visita.
La rebelión fue sofocada en varios frentes. En Boulogne, once tanques salieron a la ruta y uno de ellos embistió un colectivo de la línea 60. El jefe de ese grupo, Jorge Romero Mundani, se suicidó al ver que todo estaba perdido. Fue una señal inequívoca de que el operativo había fracasado.
El general Martín Balza, entonces segundo en el Estado Mayor del Ejército, fue el encargado de recuperar el Regimiento de Patricios. A las 17, tras intensos tiroteos, logró la rendición de los rebeldes. Tres horas después, caía el último bastión: el Edificio Libertador.
El episodio dejó heridas profundas pero también consolidó un punto de inflexión. Para Balza, ese día marcó la definitiva inserción de las Fuerzas Armadas en la vida democrática. Ya no habría lugar para golpistas ni para la lógica del chantaje militar.
La figura de Seineldín venía acumulando tensiones con el poder político. Aunque había simpatizado con Menem durante la campaña presidencial, rompió con él al sentirse desplazado dentro del Ejército y sin chances de ascender a general.
En una carta pública, Seineldín anticipó que se venían "acontecimientos reivindicatorios", en clara alusión al levantamiento. La inteligencia del Ejército ya tenía sospechas, pero no se esperaba tanta violencia y determinación.
Casi 300 rebeldes fueron arrestados. La democracia, aún golpeada, resistió. Menem no solo contuvo el intento de golpe, sino que lo convirtió en una muestra de autoridad política. Un episodio que aún hoy genera debate, memoria y controversia.