Desde su estreno en Netflix, Manual para señoritas ha sido comparada con Bridgerton, la exitosa serie de Shonda Rhimes basada en las novelas de Julia Quinn. Los paralelismos son evidentes: una historia de época, un universo lleno de lujo y romance, y un guion que moderniza el drama de la alta sociedad del siglo XIX. Sin embargo, ¿se trata de una mera imitación o tiene una identidad propia?

Un vestuario y puesta en escena familiares

Uno de los aspectos que más refuerza la comparación es la estética. Manual para señoritas apuesta por una paleta de colores vibrante, vestuarios llamativos y escenarios grandiosos, elementos que recuerdan a Bridgerton. Además, incorpora música moderna en sus escenas, un recurso narrativo que la serie de Netflix popularizó al versionar éxitos contemporáneos en clave instrumental.

Diferencias en tono y narrativa

Si bien Manual para señoritas comparte ciertos códigos con Bridgerton, su tono es diferente. Mientras que la producción de Shonda Rhimes mezcla el romance con el drama intenso, la serie española se inclina más hacia la comedia y el humor irónico. Elena Bianda, la protagonista, rompe la cuarta pared y mantiene un diálogo directo con los espectadores, un recurso que le da un aire más ligero y desenfadado.

Más allá de las similitudes visuales y algunos trucos narrativos en común, Manual para señoritas construye su propio camino. Su guion juega con los clichés del género, pero los retuerce con una mirada más sarcástica. El resultado es una serie que, si bien debe parte de su atractivo al fenómeno Bridgerton, tiene suficiente personalidad para destacar por sí misma.

Entonces, ¿es Manual para señoritas la versión española de Bridgerton? No exactamente. Es más bien una respuesta al éxito del género, adaptada a otro contexto y con su propio sello. Un título que, lejos de ser una copia, se apropia de sus influencias para construir una propuesta distinta.