¿Mi Año en Oxford tiene un final feliz?: la película que llegó a Netflix
El final de Mi Año en Oxford nos recuerda que la verdadera felicidad no siempre viene de tenerlo tod.
La reciente película de Netflix Mi Año en Oxford ha sido un éxito rotundo, cautivando a la audiencia con su historia de amor, sacrificio y el desafío de vivir en el presente. Protagonizada por Sofía Carson como Anna y Corey Mylchreest como Jamie, la película sigue a una joven que se embarca en un año sabático en la Universidad de Oxford para estudiar poesía. A pesar de tener un futuro asegurado en el mundo corporativo, su vida da un giro cuando conoce a Jamie, un profesor que lucha con una oscura realidad. El final de esta película genera debate: ¿es realmente un final feliz o nos deja con el corazón partido?
¿Es el final de "Mi Año en Oxford" un cierre feliz para Anna?
A lo largo de la película, Anna enfrenta una decisión trascendental: regresar a su vida en Estados Unidos con un trabajo en Goldman Sachs, o quedarse en Oxford con Jamie, quien sufre de una enfermedad terminal. Aunque el desenlace parece encaminarse hacia una historia de amor trágica, Anna opta por quedarse con él. Esto plantea una serie de reflexiones sobre el concepto de "felicidad". A pesar del dolor que acompaña a esta decisión, el final muestra que Anna se ha entregado por completo al presente, sin arrepentimientos, lo que podría considerarse su forma de encontrar la felicidad.
Jamie, consciente de su enfermedad, lucha con la idea de involucrar a Anna en su vida. Su amor por ella lo lleva a ocultar su diagnóstico, temeroso de que ella se quede por lástima. Cuando la verdad sale a la luz, Anna decide acompañarlo hasta el final. Sin embargo, la película elude un final extremadamente doloroso, eligiendo, en cambio, una narrativa más pacífica. Jamie fallece, pero la película evita ahondar en su sufrimiento, centrándose en los momentos felices que compartieron juntos. Esto crea un contraste en el que el amor entre ambos prevalece por encima de la tragedia, dejando una sensación agridulce pero hermosa.
El verdadero giro de la historia no está en la muerte de Jamie, sino en cómo esta experiencia transforma a Anna. Después de su partida, Anna emprende un viaje personal, cumpliendo con los sueños que había compartido con él, como recorrer Europa. Este viaje se convierte en una metáfora de su crecimiento: Anna deja atrás la seguridad de su futuro corporativo y abraza la poesía, su verdadera pasión. Al final de la película, Anna regresa a Oxford no solo como estudiante, sino como profesora, impartiendo el mismo curso que una vez fue guiada por Jamie. Esta evolución muestra que, aunque el amor puede ser efímero, sus enseñanzas perduran.
El legado de Jamie y el mensaje final: vivir con intensidad
En lugar de dejarnos con un sentimiento de pérdida absoluta, Mi Año en Oxford ofrece un mensaje esperanzador. A través del legado de Jamie, Anna aprende a vivir con intensidad, sin preocuparse tanto por lo que vendrá, sino valorando los momentos fugaces. La escena final, en la que Anna inspira a sus estudiantes a "vivir la poesía", simboliza su total transformación y el impacto duradero del amor de Jamie en su vida. Aunque la película podría haber terminado con una nota más trágica, opta por centrarse en la importancia de vivir el presente, lo que da al final un toque de optimismo y esperanza.