¿Por qué los argentinos vivimos dos horas adelantados?
Con el acercamiento del invierno un viejo debate se hace presente. ¿Nuestra hora es la correcta?
Se acerca el invierno y, con él, la noche más larga del año. En algunas regiones de Argentina el sol asomará pasadas las 7 de la mañana y se esconderá cerca de las 17, mientras que en otras provincias lo hará casi una hora más tarde. Pero todo esto, aunque parece normal, es técnicamente incorrecto. Y la explicación no está en el clima, sino en un viejo error político que sigue marcando nuestras vidas.
Argentina utiliza actualmente el huso horario GMT-3, el mismo que países como Brasil, Paraguay y Uruguay. Sin embargo, por ubicación geográfica, el país debería regirse por el huso GMT-4, como hacen Bolivia y Chile. Aún más: las provincias cordilleranas, ubicadas más al oeste, incluso podrían estar bajo el huso GMT-5. Sin embargo, desde hace más de medio siglo vivimos con el reloj adelantado, casi como si tuviéramos "horario de verano" todo el año.
¿Por qué los argentinos vivimos dos horas adelantados?
La historia comenzó en 1920, cuando Argentina adhirió al sistema mundial de husos horarios durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen. En aquel entonces, la casi totalidad del territorio nacional quedó correctamente ubicada en el huso -4. Pero esa decisión duró poco. En 1930, siguiendo una tendencia global, se adoptó la costumbre de adelantar la hora oficial durante el verano, para aprovechar mejor la luz solar y reducir el consumo energético.
El verdadero desajuste llegó en 1969. Ese año, el gobierno de facto del general Onganía decidió que el horario no debía cambiar más entre invierno y verano, una medida que parecía buscar estabilidad. Pero en lugar de volver al huso -4, como correspondía, el régimen dejó al país fijado de manera permanente en huso -3, es decir, con horario de verano constante, incluso en pleno invierno.
A lo largo de las décadas, hubo períodos en los que la hora se adelantó aún más: algunos gobiernos decidieron implementar el huso -2 durante los meses estivales. Así fue como en regiones como la provincia de Buenos Aires o Córdoba, se llegó a tener atardeceres a las 10 de la noche, una situación tan llamativa como artificial.
Esta secuencia de decisiones políticas, a veces técnicas y otras simplemente improvisadas, derivó en una realidad insólita: hoy Argentina vive hasta dos horas adelantada respecto del horario solar que debería tener. Los amaneceres tardíos y las noches extensas en invierno no son fenómenos naturales, sino el resultado de décadas de ajustes mal calibrados.
Las consecuencias de vivir adelantado
El impacto no es menor. Vivir "fuera de tiempo" altera los ritmos circadianos, afecta la productividad y desajusta el vínculo cotidiano con la luz natural. Algunos expertos sostienen que recuperar el huso correcto ayudaría a mejorar la calidad del sueño y optimizaría el consumo energético, pero hasta ahora, el debate no ha llegado con fuerza a la agenda política.
Así, mientras cada año nos preguntamos por qué oscurece tan temprano o tan tarde, seguimos atados a un error de medio siglo, con los relojes marcando un tiempo que ya no es el nuestro, aunque nos hayamos acostumbrado a él.