En solo ocho capítulos, Por siempre logró lo que muchas series no consiguen en varias temporadas: que nos importe lo que sienten sus protagonistas. Keisha y Justin no son solo una pareja adolescente. Son dos jóvenes heridos que intentan sanar mientras se enamoran.

Una relación marcada por el trauma y la búsqueda de identidad

lidia con una filtración íntima y el silencio que la rodea.

, con las expectativas familiares y su diagnóstico de TDAH. Juntos se acompañan, pero también se desafían. Su vínculo está lleno de ternura, pero también de errores. No es perfecto. Es real.

Durante la serie, ambos aprenden que el amor no siempre salva, pero sí puede acompañar en el proceso de crecer. Hay escenas profundamente emotivas, como cuando Keisha se reconcilia con su madre o cuando Justin decide, por fin, vivir para sí mismo.

¿Amor adolescente o algo más?

No se trata solo de un noviazgo de instituto. La

muestra cómo una relación puede ser un espejo. Y cómo, a veces, amar también es entender cuándo hay que soltarse.

Por siempre no idealiza el romance. Lo desnuda. Por eso, Keisha y Justin conectan tanto con el público. Porque en su historia, muchos ven la suya.