¿Quién fue el ganador de ‘El Juego del Calamar' en la temporada 3?
El cierre de la historia de Gi-hun sorprendió a los fans con un giro que resignifica todo lo anterior.
La tercera temporada de El Juego del Calamar ya está disponible y su desenlace no ha dejado indiferente a nadie. Con nuevas pruebas, dilemas morales y viejos rostros que regresan, los episodios finales llevaron a los personajes -y al público- al límite. Pero fue en el último capítulo donde la serie dio su golpe más fuerte, poniendo punto final a la historia de Gi-hun con una decisión que cambió el sentido de toda la competencia.
¿Quién se coronó ganador?
Contra todo pronóstico, no fue un adulto ni un sobreviviente astuto quien ganó esta edición, sino la bebé de Jun-hee, la Jugadora 222. Aunque parezca insólito, esta niña fue reconocida como la vencedora tras el sacrificio de Gi-hun. Él eligió morir antes que permitir que el Jugador 333 le hiciera daño a la pequeña, convencido de que ella representaba la única posibilidad de romper el ciclo de crueldad que alimenta los juegos.
Tras la explosión de la isla, el líder reaparece con la bebé en brazos y toma una decisión que parece marcar un nuevo rumbo: entregar a la niña y el premio a su hermano Jun-ho. También visita a la hija de Gi-hun, a quien le deja una tarjeta dorada con acceso a toda la fortuna acumulada. Ambos gestos sugieren que la última acción de Gi-hun lo conmovió, y que tal vez, después de todo, aún queda algo de redención posible.
¿Los juegos realmente terminaron?
Una escena en Los Ángeles, justo antes de los créditos finales, desmiente cualquier idea de cierre definitivo. En ella, una mujer reclutadora -interpretada por Cate Blanchett- inicia un nuevo juego de ddakji en un callejón. Su breve pero intensa mirada con el líder confirma que el sistema sigue vivo y ahora se expande a otros territorios. La partida coreana terminó, pero las reglas del juego siguen cambiando.
Así, El Juego del Calamar cierra una etapa con un mensaje demoledor pero esperanzador: incluso en el lugar más cruel, puede haber espacio para la compasión. Y a veces, quien menos puede defenderse, termina siendo quien más merece sobrevivir.