Desde su estreno, Un chico malo fue comparada con Adolescencia, otra serie que retrata jóvenes golpeados por su entorno. En ambas, los protagonistas cargan con más heridas que años, y la adolescencia es todo menos ligera.

Pero hay diferencias claras que hacen única a Un chico malo.

Similitudes en la oscuridad

Las dos series muestran una etapa sin romanticismos. Hay violencia, abandono, rabia. La cámara acompaña de cerca, con crudeza, pero sin caer en golpes bajos. Los protagonistas no son héroes ni víctimas, solo chicos tratando de entender el mundo.

También comparten un estilo visual: planos cerrados, luz natural, silencios. Todo ayuda a construir una atmósfera realista, a veces asfixiante, pero profundamente humana.

Lo que las separa: la voz adulta

La gran diferencia está en el punto de vista. En Un chico malo, el protagonista adulto narra su pasado. Eso cambia todo. Porque la voz que cuenta ya vivió, ya entendió, ya perdonó (o al menos lo intenta). Esa distancia le da a la historia otra profundidad.

Por eso, aunque se parezcan, Un chico malo no copia a nadie. Se para sola. Y deja huella.